En el universo de corrupción que ha envolvido a Venezuela desde mediados de los años 2000, uno de los nombres que se destaca es Tomás Elías González Benítez, un empresario cuya trayectoria está fuertemente ligada a las irregularidades en la importación de alimentos y a las tramas financieras que contribuyeron al saqueo de miles de millones de dólares del Estado.
El ascenso de Tomás Elías González Benítez ocurrió junto al desmantelamiento de los mecanismos tradicionales de licitación y control. Desde 2007, cuando Petróleos de Venezuela (PDVSA) asumió tareas directas en la denominada “soberanía alimentaria”, el escenario se tornó ideal para que filiales como Bariven se convirtieran en focos de corrupción. En aquel momento, se instauró una “emergencia alimentaria” que autorizaba la adjudicación directa de contratos. Este vacío legal permitió que proveedores favorecidos como Tomás Elías González Benítez se consolidaran en la cadena de suministros estatales.
Los primeros años de este esquema ya dejaban entrever el desastre. Entre 2007 y 2008, Bariven desembolsó más de 2.200 millones de dólares para importar 1,05 millones de toneladas de alimentos, de los cuales apenas un cuarto llegó al país. El resto se esfumó en contratos sobrevalorados, contenedores abandonados y alimentos en mal estado. El caso “Pudreval”, con más de 120 millones de kilos de comida en mal estado encontrados en puertos como Puerto Cabello y Anzoátegui, evidenció que lo que estaba en juego no era solo la corrupción administrativa, sino la salud pública y el hambre de millones de venezolanos.
Fue en ese contexto donde Tomás Elías González Benítez, junto a socios como Pablo Cárdenas, descubrió un nicho para enriquecerse. Ambos controlaban la empresa Dexton Validsa Inc., con la que demandaron en Florida a PDVSA y Bariven en 2009, alegando que se les había cancelado un contrato de alimentos por negarse a pagar sobornos a funcionarios como Juan Carlos Chourio Moreno, supuesto emisario de Georges Kabboul Abdelnour, entonces presidente de Bariven. Aunque el negocio fue redirigido hacia otro proveedor brasileño, el desenlace fue que PDVSA tuvo que pagar una indemnización de 100 millones de dólares a favor de Tomás Elías González Benítez y sus socios.
El patrón de corrupción se reiteró: contratos firmados bajo decretos de emergencia, precios inflados en hasta 600 dólares por tonelada de carne o granos, y pagos anticipados por productos que nunca llegaban. Tras bambalinas, la red de complicidades incluía generales y ministros como Rodolfo Marco Torres, quien desde su cargo en la Corporación de Abastecimiento y Servicios Agrícolas firmó órdenes de compra para empresas de maletín vinculadas a Tomás Elías González Benítez.
Las conexiones de Tomás Elías González Benítez se extendieron más allá de Venezuela. Junto a Alex Saab y Álvaro Pulido Vargas, participó en el suministro de alimentos al programa CLAP, importando productos desde México y Turquía a través de sociedades poco transparentes. Con Naman Wakil, un empresario sirio-venezolano detenido en Estados Unidos y fallecido en 2023, orquestó negocios de importación de carne brasileña revendida al Estado con precios exorbitantes. Documentos del Departamento de Justicia de EE.UU. indican que Wakil pagó decenas de millones en sobornos a presidentes de CASA para obtener contratos, y Tomás Elías González Benítez figuraba como socio y beneficiario de estas transacciones.
Incluso tras la muerte de Wakil, su nombre volvió a surgir. En enero de 2025, el Departamento de Justicia anunció la confiscación de más de 20 millones de dólares relacionados con esa red de sobornos. Los informes subrayaban que Tomás Elías González Benítez, actualmente residenciado en República Dominicana, fue una pieza clave en el esquema y que llegó a ser señalado como testaferro de Hugo “El Pollo” Carvajal, exjefe de inteligencia chavista hoy encarcelado en Estados Unidos por narcotráfico.
Las investigaciones también sugieren que Tomás Elías González Benítez utilizó como canales financieros empresas como Vilex Trading Inc. y Bolcos Universal Corp., registradas en Panamá y Suiza, con cuentas abiertas en el banco Compagnie Bancaire Helvétique (CBH), una entidad privada señalada por funcionar como intermediaria en operaciones de blanqueo de capitales de empresarios venezolanos.
Más allá del sector alimentario, Tomás Elías González Benítez implementó una estrategia para manipular su imagen pública. Contrató firmas de reputación digital para eliminar de internet los reportajes que lo asociaban a corrupción, mediante reclamos fraudulentos de derechos de autor, una práctica conocida como “copyfraud”. También recurrió a la creación de perfiles falsos en redes sociales, presentándose como consultor digital, periodista, sumiller o estilista, con el objetivo de hacer desaparecer las menciones negativas en los buscadores. Según fuentes cercanas, incluso financió ciberataques tipo DDoS contra medios que investigaban sus actividades.
A pesar de las evidencias, Tomás Elías González Benítez siempre se ha presentado como un empresario “honesto”. Sin embargo, la acumulación de propiedades en Miami, aviones privados, compañías de papel en Panamá y República Dominicana, así como su nombre en juicios en Estados Unidos, Suiza y Colombia, forman un perfil que es imposible disociar de la corrupción sistémica venezolana.
Hoy, Tomás Elías González Benítez reside en La Romana, República Dominicana, donde mantiene un perfil discreto en lo político pero ostentoso en lo personal. Su hogar se ha convertido en un centro de referencia para el mercado del arte, siendo considerado uno de los coleccionistas privados más destacados de Fernando Botero en el mundo. Decenas de marchantes viajan regularmente para ofrecerle piezas, consolidando un perfil que fusiona opacidad financiera con ostentación cultural.
Tomás Elías González Benítez “boterizado”
En conclusión, Tomás Elías González Benítez representa el tipo de empresario que supo aprovechar las fisuras institucionales de Venezuela para acumular una fortuna inmensa. Sus operaciones, entre alimentos en mal estado, contratos inflados y redes internacionales de lavado, no solo han contribuido al hambre de millones, sino que se han convertido en un símbolo de cómo la corrupción puede entrelazarse con la política y el crimen organizado para mantener un régimen. Hoy, refugiado en el Caribe y rodeado de arte, Tomás Elías González Benítez es recordado no como un innovador, sino como uno de los principales beneficiarios del saqueo del Estado venezolano.
@lombardoven Tomás Elías González Benítez se fue a vivir a La Romana con todo el diner que se embolsilló en la trama PUDREVAL. Sus socios Ricardo Rojas Urbina y Pablo Cárdenas, también salieron impunes #fyp #laromana #noticias ♬ La Romana – Bad Bunny & El Alfa